
FERNANDO VALENCIA
El Seleccionado argentino de fútbol acaba de obtener la medalla de oro en los juegos olímpicos. No es poco. Es demasiado para un equipo cuyos integrantes están desparramados por el mundo, producto de la diáspora constante de jugadores al término de cada torneo. Esta situación, la de tener muchachitos expuestos a distintas culturas, husos horarios, alimentos y disciplinas de trabajo; hace muy difícil la tarea de cualquier técnico que cuenta con poco y nada de tiempo para reunirlos, transmitirle sus ideas tácticas y formar un grupo homogéneo, dúctil y preparado para cumplir objetivos de tanta importancia.
Sin embargo, este seleccionado lo logró. Además del buen trabajo de Sergio Batista y su equipo de colaboradores, la calidad y el atrevimiento de los jóvenes, con la ayuda de algunos más experimentados como Riquelme y Mascherano, se conjugaron para llegar a la meta y recibir la presea dorada.
Pero hubo algo, que tal vez por esa idiosincrasia extraña del argentino, pesó más que la mismísima medalla de oro traída de China. Y eso fue el triunfo frente a Brasil.
La mañana (10am) que el seleccionado argentino enfrentaba a su archirival de todos los tiempos, millones fueron los hombres, mujeres y niños que abandonaron sus tareas alterando el ritmo del país de forma asombrosa. Éstos fueron muchísimos más que los que se desvelaron y durmieron pocas horas en la madrugada del sábado cuando Argentina disputaba la final por el galardón máximo de las olimpíadas.
Y aunque parezca mentira, mucho mayor fue el festejo. Ganar y hacer sentir humillado a Ronaldinho y compañía significa de un valor incalculable para cualquier argentino que se precie de tal. Lo importante era ganar, y si es posible por abultada diferencia, a los que tantas veces hicieron sentir a los argentinos que ellos son los mejores en fútbol con sus logros obtenidos. La eterna antinomia Pelé-Maradona. Maradona-Pelé.
Las frías estadísticas rezan que hacía 34 años que el seleccionado argentino no le ganaba por ese resultado a su par de Brasil. Fue en 1964, en el estadio Pacaembú, con goles de Roberto Telch(2) y Ermindo Anega y Pelé jugando ese partido. Pero esas son sólo estadísticas. Datos y números que emergen desde el recuerdo cada tanto.
Para el aficionado argentino, para los argentinos todos, para aún los pocos que no profesan la religión futbolera, el seleccionado argentino cumplió con creces en los juegos olímpicos aquella fría mañana en el sur del continente en que sus muchachos apabullaron a Brasil.
Al final, en el siguiente partido, venció a Nigeria y obtuvo la medalla de oro. Pero eso es solo una anécdota para los argentinos.
El rédito, lo más importante, es haberle ganado a Brasil.
Eso pesa más que todo el oro del mundo…
PEKIN (AFP) — El mexicano Guillermo Pérez derrotó al dominicano Yulis Gabriel Mercedes este miércoles en la final de la categoría de -58 kilos de taekwondo, en el Gimnasio Universitario de la capital china, y logró el primer oro para su país en los Juegos Olímpicos de Pekín-2008.
"Cumplí mi sueño... Gracias a todo mi equipo, a mi familia", fueron las primeras palabras del emocionado el luchador del estado de Michoacán, de 28 años, tras imponerse al dominicano en ese decisivo combate cien por cien latinoamericano.
"Fue una final cardíaca, que he trabajado toda mi vida. Este es un triunfo para todos los mexicanos, para mi país y toda mi gente", añadió, antes de destacar en frío, en conferencia de prensa, el honor que significó para él este lauro.
"Para mí es un honor haber estado aquí, entregando el corazón y cumpliendo un sueño, después de haber trabajado tanto tiempo", resumió tras haber dado a México su primera medalla de oro en estos Juegos y la undécima de su historia, para un total de 53 preseas.
El combate fue muy parejo y finalizó 1-1. En el primer round el marcador se mantuvo en blanco, pero Pérez, de azul en esta ocasión, logró su punto en el segundo, mientras Mercedes lo consiguió en las postrimerías del tercero con un ataque en profundidad.
Después, tras un cuarto round también en blanco, los árbitros se decidieron a favor del mexicano. Otro desenlace que contradice la "teoría" del rojo ganador que defiende un reciente estudio.
Pérez, medalla de plata en el Mundial-2007, sucede en el palmarés olímpico al taiwanés Chu Mu Yen, que había sido derrotado en cuartos de final por Mercedes.
"Finalmente el sueño se hizo realidad. Quiero dar las gracias a todos los que me han apoyado y a mi familia, porque esta medalla es para ellos. El presidente de México (Felipe Calderón) me llamó y me dijo: eres el orgullo de nuestro país", añadió Pérez.
Tras el combate, el entrenador del mexicano José Luis Onofre, salió ovacionado por los periodistas aztecas.
La medalla de Pérez, muy esperada en México, es la primera en varones desde que las obtuvieran en Los Ángeles 1984 Ernesto Canto y Raúl González, y la primera de oro desde la obtenida por Soraya Jiménez en Sídney 2000. Se suma a la de las clavadistas Paola Espinosa y Tatiana Ortiz, bronce en sincronizadoso.
Por su parte el dominicano, impresionante en su desempeño, había bajado al campeón mundial español Juan Antonio Ramos en semifinales, logrando para su país la tercera medalla olímpica de la historia.
"Estoy muy contento con el trabajo que hice hoy. Hicimos una buena pelea, no me siento derrotado. Lo di todo. Guillermo y yo nos conocemos mucho porque hemos combatido muchas veces", señaló el caribeño, también de 28 años.
"Estoy muy contento porque la medalla de oro quedará en América", apostilló. "Yo también me siento muy orgulloso de haberle dado a mi país esta medalla. Estoy muy contento con mi trabajo", insistió.
El fútbol argentino parece ser una cantera inagotable de jugadores que luego de cada vez menores períodos en los clubes locales, se desparraman por todo el mundo y es muy difícil hallar algún torneo en cualquier lugar del globo donde no juegue alguno.
Lo primero que hace un papá cuando su vástago varón practica sus primeros pasos, es comprarle un balón y la casaca del cuadro favorito. En Argentina, niño que no juega fútbol, niño que es catalogado como “bicho raro”. Ni la televisión en su mejor momento, ni los juegos de computadora hoy, logran superar el interés de los pequeños por correr detrás de una pelota. En el barrio o en la escuela, donde puedan reunirse más de 4 o 5, siempre hay un equipo. En los cumpleaños, en las reuniones familiares o en el patio del colegio, los bajitos nunca olvidan a la tan amada pelota. Que nació con ellos, que formará parte de su vida, una parte muy importante casi desde el vientre materno.
Junto al comienzo del primer grado escolar, el 90 por ciento de los varones son llevados de la mano de sus papás a escuelitas de fútbol para que allí den sus primeras patadas al balón y dejar por sentado que si bien es obligación estudiar, nunca habrá que descuidar este deporte, que es la alternativa igual o tan importante como el estudio para el futuro del pequeño individuo.
Existen hoy en el país más de mil Escuelas de Fútbol privadas, en muchos casos dirigidas por ex jugadores o empresarios que vislumbraron el gran negocio en la preparación de futuros valores. A estas llamadas escuelitas de fútbol, acuden niños desde los 5 años hasta los 9 o 10. Luego, aquellos que presentan un potencial interesante, emigran hacía clubes donde competirán con otros cientos la descarnada lucha por llegar en pocos años a primera división o quedar frustrada la ilusión en el camino, ya que la lucha es voraz y despiadada. A estas alturas, el estudio será en la mayoría de los casos algo del pasado, y cuanto más asome la calidad del jovencito, el fútbol ocupará las 24 horas del día con el único objetivo de profesionalizarse, jugar en primera o ser transferido al exterior siendo aún casi un niño. El referente más elocuente es Leonel Messi, quien emigró a Barcelona cuando apenas tenía 10 años.
Maradona, resultó un parte aguas en la convivencia de los “pibes” argentinos con la pelota. Ya no volvió a ser el simple juego que acompañaría al varón como deporte favorito. A partir del Pelusa, los padres de varones, sobre todo los de clase más baja, soñaron con emular también ellos a Don Diego; llevar con tenacidad cada día a su pequeño hacía el club, escuelita o cualquier escenario donde un DT improvisado descubriera en su hijo al futuro crak que saldrá en la portada de todos los periódicos deportivos, jugará en Europa y ganará millones de dólares, asegurando su vida y la de toda la familia.
Dio comienzo así el “Efecto Maradona”. Miles y miles de niños son expuestos por sus padres, padrinos o tíos para que demuestren sus habilidades. Los pequeños son exigidos al máximo a pruebas interminables, campeonatos y sacrificios de todo tipo con tal de llegar a una meta muchas veces inalcanzable por el desgaste psíquico, físico o simplemente por no contar con las cualidades que amerita el fútbol.
Pero los que van asomando como jugadores de cierta calidad tienen en un 99 por ciento una particularidad que emerge del paradigma Maradona. Todos, o casi todos, deambulan por el medio campo. Muy difícil hallar porteros, defensores y ni que hablar de delanteros con ansias de gol. El efecto es claro, ¿Dónde jugaba Diego? en el medio; Que número exhibía en su espalda? el 10.
Es así que a partir de los comienzos de la década del 90, todos pasaron a ser pequeños pichones de Maradona. Ni qué hablar si el niño dominaba el balón con el pie izquierdo, ye tenía medio futuro asegurado.
Desde hace algunos años en el fútbol argentino predominan los medio campistas. Todo producto del Efecto Maradona . Mucha gente en el medio campo, muchos mediocres en las defensas y pocos goleadores. Martin Palermo, con todas sus limitaciones, es uno de los más goleadores con 190 tantos en su carrera en Boca, muy lejos de aquel Ángel Labruna que solo en River conquistó 293 siendo el máximo goleador argentino en la década del 50; nunca alcanzado en el país por otro jugador hasta el momento.
En el presente, nada ha cambiado. Miles de pibes aspiran llegar a ser el futuro Diego. Miles de padres sueñan con ver a su hijo en el pináculo de su carrera como la estrella máxima del fútbol con la casaca número 10 y miles quedan en el camino sin descubrir que tal vez hubieran triunfado como delanteros o férreos defensores de primera división.
El Efecto Maradona continúa. Mientras tanto, surgirán los Messi, los Buenanotte, los Riquelme y los goles, la expresión más relevante de este deporte, quedarán para más adelante. Tendremos pocos Passarelas y escasos porteros de calidad.
Eso sí, seguramente aquellos que surjan del efecto, engrosarán con millones las arcas de los clubes.
Si es por el buen fútbol, que el Efecto Maradona no muera nunca…
Desde Argentina: Osvaldo Tucho Heredia
Amables Aficionados del Planeta:
Después de ver la jornada 3 del presente torneo de apertura 2008, les comentaré algunos aspectos interesantes que he observado, desde el punto de vista arbitral.
Los asistentes deben influir menos de lo que están haciendo porque provocan inseguridad en el árbitro. Hemos visto con frecuencia que en cuanto hay alguna falta o lo que ellos consideren como tal, de inmediato levantan la bandera e incluso llaman al árbitro por medio de los incómodos aparatos que ahora portan. Sin embargo, el reglamento indica que el árbitro ASISTENTE solo deberá señalarle al árbitro aquellas faltas que por su ubicación y la colocación del mismo, el asistente juzgue que no han sido observadas por el árbitro.
Por tal motivo, me parece que la Comisión de Árbitros debe controlar un poco a los árbitros asistentes, quienes intervienen cuando no deben y no intervienen cuando deben.
Gracias, Amables Aficionados del Planeta…